lunes, 4 de agosto de 2008

El dia que me hicieron una nota en la Rolling Stone

Correcta, simpática, de vocabulario refinado, tono luminoso, que diga el tiempo y la hora. Esos más o menos serían los tópicos que definen en teoría a la locutora radial clásica y que tienen algo de manual de buenas costumbres para una señorita de bien. Bueno, Julieta Pink, coequiper de Sebastián Wainraich en Metro y medio, hace uso y bandera de los opuestos del mandato, y en las dos horas de programa diario o en su estelar segmento semanal de Gorda con Helado (erudición femenina todoterreno), hace destrozos verbales con sus intervenciones veloces, sus gags de desinformación y un repertorio de teorías delirantes y repreguntas insidiosas. Todo con una oratoria natural, tierna y ligeramente anticuada, regada de eslóganes de tía.
Hay que contarlo así: ya de niña, la pequeña Julieta –que ahora tiene 25 años– se juntaba con una amiga a hacer zapping entre las radios, hasta detenerse en alguna canción conocida para presentarla, actividad digna de chicas que se criaron como oyentes en los tempranos 90, para las que Fonito (¿se acuerdan? ¡El robot insensible de FM Hit!) era mucho más conocido que Lalo o Mario. Pero justamente fue Pergolini uno de los primeros en evaluarla en un casting, ya a los 17. Julieta se había estado pagando un espacio con esta misma amiga juguetona en la FM Activa de Caseros, hasta que decidió ir a hacerse probar para la X4: “Pasé la primera instancia sin poder creerlo. Yo había ido sólo para sentirme probada por alguien, para ver cómo era actuar bajo presión. La última ronda fue en Cuatro Cabezas y me la tomó Mario. Ahí fue un cagazo terrible. El tenía antes una charlita con vos. Yo le dije que quería estudiar locución en el ISER, y él me dijo: «Si querés estar al aire hoy en día no necesitás ser locutora», pero yo sabía que quería eso, quería mi carnet porque era una ilusión. Es lo único que supe siempre”.
Fue así como Julieta ingresó en la X4. La radio fue una escuela paralela al ISER y pasó por horarios y tareas de producción variados, hasta que se topó con Wainraich, primero como asistente de su programa matutino yCorrecta, simpática, de vocabulario refinado, tono luminoso, que diga el tiempo y la hora. Esos más o menos serían los tópicos que definen en teoría a la locutora radial clásica y que tienen algo de manual de buenas costumbres para una señorita de bien. Bueno, Julieta Pink, coequiper de Sebastián Wainraich en Metro y medio, hace uso y bandera de los opuestos del mandato, y en las dos horas de programa diario o en su estelar segmento semanal de Gorda con Helado (erudición femenina todoterreno), hace destrozos verbales con sus intervenciones veloces, sus gags de desinformación y un repertorio de teorías delirantes y repreguntas insidiosas. Todo con una oratoria natural, tierna y ligeramente anticuada, regada de eslóganes de tía.

Hay que contarlo así: ya de niña, la pequeña Julieta –que ahora tiene 25 años– se juntaba con una amiga a hacer zapping entre las radios, hasta detenerse en alguna canción conocida para presentarla, actividad digna de chicas que se criaron como oyentes en los tempranos 90, para las que Fonito (¿se acuerdan? ¡El robot insensible de FM Hit!) era mucho más conocido que Lalo o Mario. Pero justamente fue Pergolini uno de los primeros en evaluarla en un casting, ya a los 17. Julieta se había estado pagando un espacio con esta misma amiga juguetona en la FM Activa de Caseros, hasta que decidió ir a hacerse probar para la X4: “Pasé la primera instancia sin poder creerlo. Yo había ido sólo para sentirme probada por alguien, para ver cómo era actuar bajo presión. La última ronda fue en Cuatro Cabezas y me la tomó Mario. Ahí fue un cagazo terrible. El tenía antes una charlita con vos. Yo le dije que quería estudiar locución en el ISER, y él me dijo: «Si querés estar al aire hoy en día no necesitás ser locutora», pero yo sabía que quería eso, quería mi carnet porque era una ilusión. Es lo único que supe siempre”.

Fue así como Julieta ingresó en la X4. La radio fue una escuela paralela al ISER y pasó por horarios y tareas de producción variados, hasta que se topó con Wainraich, primero como asistente de su programa matutino y, dos años después, acompañándolo en Wanna Be, indiscutido germen de Metro y medio. Asumida charleta con o sin micrófono –pero algo tímida cuando está afuera de su personaje–, la última y más joven revelación radial dio en la tecla con la creación (compartida con Wainraich) de su personaje Gorda con Helado, básicamente una chica que aconseja y sentencia respuestas a las soeces inquietudes de sus “gordas” oyentes, todo al ritmo de la deglución: “A mí me gusta mucho el helado. Una vez Sebastián me dijo: «Vos tenés que hacer una sección en la que te dediques a tomar helado y hables de cualquier cosa, con tu papá, una amiga…»”. Dice Julieta que el primer “Gorda” fue un desastre y que ella declaró su defunción, pero que Wainraich insistió y de a poco fue mutando: “Empezó a venir un oyente a tomar helado conmigo, pero no le encontraba el punto, ninguna charla me interesaba tanto como el helado. Y de a poco fue surgiendo esto de dar consejos y de leer mails que al principio incluso inventábamos nosotros”.

En la sección que le dio más resonancia, las oyentes plantean cosas como “le estaba haciendo la fellatio a mi novio y se quedó dormido” o “mi mejor amiga siempre me habla mal de mi novio”, y ella, anti Rampolla, contesta cual hielo seco: “Lo hacés mal. Instruite, es tu culpa” o “se lo quiere bajar. Y no hay mejores amigas”, respectivamente.

Más allá de que claramente la pasa muy bien en Metro y medio, Julieta –que ahora también participa semanalmente del programa de TyC Sports Despertate, de Gonzalo Bonadeo, en el que aporta su completa ignorancia futbolera– ensalza también una instancia más íntima de su experiencia radial, un placer que así como existía cuando le tocó presentar temas profesionalmente –tarea algo más pálida de lo que imaginó de chica, sobre todo en comparación con lo que vino después– va a mantenerse constante, supone, haga lo que haga: “A mí me gusta estar en el aire, frente al micrófono. Si estoy en un día triste o deprimida, cuando voy llegando a la radio se me pasa, me cambia el humor y vuelvo a mi casa recontenta”.

, dos años después, acompañándolo en Wanna Be, indiscutido germen de Metro y medio. Asumida charleta con o sin micrófono –pero algo tímida cuando está afuera de su personaje–, la última y más joven revelación radial dio en la tecla con la creación (compartida con Wainraich) de su personaje Gorda con Helado, básicamente una chica que aconseja y sentencia respuestas a las soeces inquietudes de sus “gordas” oyentes, todo al ritmo de la deglución: “A mí me gusta mucho el helado. Una vez Sebastián me dijo: «Vos tenés que hacer una sección en la que te dediques a tomar helado y hables de cualquier cosa, con tu papá, una amiga…»”. Dice Julieta que el primer “Gorda” fue un desastre y que ella declaró su defunción, pero que Wainraich insistió y de a poco fue mutando: “Empezó a venir un oyente a tomar helado conmigo, pero no le encontraba el punto, ninguna charla me interesaba tanto como el helado. Y de a poco fue surgiendo esto de dar consejos y de leer mails que al principio incluso inventábamos nosotros”.
En la sección que le dio más resonancia, las oyentes plantean cosas como “le estaba haciendo la fellatio a mi novio y se quedó dormido” o “mi mejor amiga siempre me habla mal de mi novio”, y ella, anti Rampolla, contesta cual hielo seco: “Lo hacés mal. Instruite, es tu culpa” o “se lo quiere bajar. Y no hay mejores amigas”, respectivamente.
Más allá de que claramente la pasa muy bien en Metro y medio, Julieta –que ahora también participa semanalmente del programa de TyC Sports Despertate, de Gonzalo Bonadeo, en el que aporta su completa ignorancia futbolera– ensalza también una instancia más íntima de su experiencia radial, un placer que así como existía cuando le tocó presentar temas profesionalmente –tarea algo más pálida de lo que imaginó de chica, sobre todo en comparación con lo que vino después– va a mantenerse constante, supone, haga lo que haga: “A mí me gusta estar en el aire, frente al micrófono. Si estoy en un día triste o deprimida, cuando voy llegando a la radio se me pasa, me cambia el humor y vuelvo a mi casa recontenta”.